viernes, 4 de junio de 2010

Los origamis del Dotor Lefebvre



Siempre me despertó curiosidad la casa del Don Lefebvre. Es una casa grande de color azul, de ventanas amplias con cortinas grises siempre cerradas; una puerta amplia de color rojo oficiando de gigante de roble; en cada parapeto hay una escultura en mármol de una gárgola abrazando a un monkiki que se chupa el dedo; el tejado negro es una hermosa pasarela de perros fucsias. Entre la puerta y la vereda hay un largo portón de hierro que chilla escalofriantemente cada vez que algún vientito se pone a jugar con él. En la vereda hay una planta de lima que en primavera da paltas y en verano moras, pero no se porque mi vieja me dijo de una manera muy convincente que era una planta de lima. Nunca pude entender eso, y mucho menos a mi vieja; sobre todo cuando le pregunte por el don Lefebvre y me contesto:

- e’ un certifico loco o dotor loco… chango no preguntè ma’

Yo no se que carajos es un centifico loco, si lo único que hago es lavar vidrios de los autos. No me quejo, porque es más divertido que estudiar las tablas de multiplicar. Trabajamos en un especie de sociedad con mi amiguito que se llama Chueco, en realidad no se como se llama pero ni siquiera él sabe su nombre y mucho menos sus padres que lo dejaron de pupilo de un curita amigo de ellos. Estamos juntos en la esquina de la casa del Dr. Lefbvre, yo mientras refriego los vidrios, el Chueco hace piruetas y malabares; tiene 3 alpargatas Nike Tiempo que las utiliza como clavas, que las heredó de un primo suyo que se llama Ramiro o algo así. Además tiene un diábolo hecho con un palo de escoba que la Madre Superiora rompió en su cabeza cuando nos descubrió que robábamos rosarios que colgaban en el brazo izquierdo de la imagen de San Gonzalo Terol en la Parroquia del Padre Salcedo. Con el Chueco nos conocimos en el comedor de la Parroquia Sagrado Hígado de Todi. Yo iba con mi viejita, y nos asombrábamos de ver como comía este muchachito, y de que manera se daba mañas para meter tanta comida en su buchecito. La madre superiora cocinaba todos los días y siempre hacia guiso… guiso de arroz, guiso de fideos, guiso de naranjas, guiso de pizzas, en fin… guisos para todos los gustos. Al Chueco y a mi nos justaban mucho los perros que tenia el Dotor Lefebvre, parecían absolutamente inofensivos que en realidad eran así.
Un buen día nos propusimos con el Chueco a entrar en la gran casa. Nos trepamos por las rejas hasta la tapia. Desde la tapia saltamos hasta el techo y desde el techo a la pasarela de los perros. Nos costo mucho saltar, sobre todo al Chueco. Los perros eran muy mansitos y mucho mas con mi amigo, quien les simpatizaba mucho aparentemente. La pasarela era de vidrio, y se lo podía ver al Dotor maniobrar y manipular papelitos y los colocaba en una especie de cajita con forma de cancha de futbol. El primero era un papel negro que lo doblo y lo puso al costado de la cajita; el segundo tenia un flequillo muy largo con el numero 5; otro estaba hecho con papel de etiqueta de fernet y le dibujo un 6; después agarró un papel carbónico y le dibujó ojitos claros; otro muñequito de papel tenia forma de pera con el 17; con papel majé hizo un muñequito muy mocho; con papel de calcar hizo un Ogrito; con papel de volantes marxistas hizo un muñeco chiquitito con el numero 14; con papel higiénico hizo un gatito; con papel satinado hizo un rayito; hizo otro muñeco con papel madera; con papel de arroz hizo un muñequito blanco. Nos miramos mutuamente con mi amigo y nos desesperábamos por jugar con ellos, se veían muy simpáticos y bastante amistosos. De repente el Dotor Lefebvre miró hacia donde estábamos, nos sonrió y dijo: - "Larga vida al gran Targas"



LA REJUNTADA 2010


El Plantel de La Rejuntada Saluda Cordialmente a las nuevas incorporaciones y les desea un mejor futuro a las Bajas (rubin casan?)