lunes, 31 de agosto de 2009

EL CARRITO DE BERTOLIRA


Todos los sábados iba a almorzar en la casa de mi nona Bertolira, madre de mi madre y hermana de mi madrastra. Siempre me llamó la atención su casa, en ella había un pasillo largo como de 90 metros aproximadamente que culminaba en una puerta verde que cautivaba mi curiosidad. Bertolira vivía sola y muy sola desde que se murió su cotorra; no hablaba debido a que tenia la secuela de 14 accidentes cerebro vasculares y la carencia de todas sus piezas dentales. Le dí un fuerte abrazo y me senté en una silla de plástico.
En un plato cuadrado y enorme, reposaba la ofrenda que mi abuelita había preparado para mí; unas deliciosas ranas tostadas y rellenas con queso roquefort, acompañadas con puré de garbanzos. El aroma denso se trasnformaba en delgados humos verdes que viajaban laminarmente hasta mis orificios nasales. La miré a la vieja para darle las gracias y descubrí que me estaba mirando desde hace un tiempo, con sus ojos azules y penetrantes, parada al lado de la mesa, feliz por algún motivo que yo desconocía. Le sonreí y dije:

-¡esto tiene un pinta!... ¡muchas gracias Bertolira querida!
Me contestó con una sonrisa amplia y vacía, que llevaba implícita esa soberbia sutil típica de los gourmets. Terminé de comer, me limpié con la servilleta y me dirigí a explorar el extenso pasillo. La vieja solamente me miraba, no expresaba nada y ya era hora de consumar mi intriga.
Abrí la puerta y únicamente había un carrito que contenía un montón de artículos de malabarismo; un trampolin, 4 aros grandes, dos pares de zancos, un diábolo y una pelota con la cara de cada uno de los rejuntaos en cada tajada. En ese momento una necesidad imperiosa de subirme al carrito se apoderó de mí, desesperadamente saqué todas las porquerías que contenía y me subí, comportandome como un niño de 8 años o menos. Sin salir de la habitación comencé a viajar en el carrito y abrazando la pelota, por una ruta rara... primero era función logarítmica en ascenso y luego se transformó en una función sinusoidal. Viajaba desde lo alto de la curva hasta lo más profundo de su valle, para regresar otra vez a la punta de la misma y repetir la historia. Pasé por un cartel que decía "La rejuntada 6- 80 y 20 1" y bajé precipitadamente hasta otro cartel que informaba "La rejuntada 1- HIV 2", puro vértigo y adrenalina; la cara de los rejuntaos sonrientes en las tajadas unidas por fuertes costuras resistente a cualquier pata dura, como símbolo de compañerismo. Ahora el carrito de Bertolira va en ascenso y espero que estemos subiendo, en una ruta lineal, con esfuerzo, sacrificio, compañerismo y sin salir de la habitación.

¡¡VAMO' LA REJUNTADA CARAJO QUE TODAVIA FALTA LA MEJOR PARTE!!

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