Ya no quedaba nada por hacer en esta vida, simplemente miraba a mí alrededor y estaba con la nada en esta virgen montaña. Traté de conversar con ella. Le pregunte de donde era, como había llegado hasta aquí y le pregunte por que siempre estaba acompañándome. Pero no me contestó. De repente un silencio me invito a preguntarme: ¿Por qué estaba tan enamorado de la nada?. No tenia respuestas; solamente un parpadeo profundo de un siglo de entrenamiento y pude comprender muchas cosas. El tiempo se había ido de un lugar a otro sin dejarme algún rastro de vida, sin dejar ni siquiera ese sabor a gastado que te dejan los recuerdos cuando por las noches acomodas la cabeza en la almohada y te pones a pensar en las cosas que viviste. En mi cabeza, la melodía del silencio saltaba de un lugar a otro sobre un pentagrama terroso. Un viento suave se frenaba en mi cara, únicamente a curiosear mi condición de forastero. En ese instante sentí que alguien había agarrado mi mano con una dulzura conocida. Me asusté pero rápidamente me endulzó el oído izquierdo con su voz y me dijo: - no abras los ojos, no tengas miedo y dame tu mano. Extendí mi mano y una fuerza indistinguible a mi estereognosia me puso de pie. Sin abrir los ojos me dejé conducir por esa fuerza que poco a poco dejaba de ser extraña. Camine sin calcular los metros y me detuve cuando sentí muchos vientitos que jugueteaban en un jardín para vientos. Con la planta del pie pude distinguir el borde del camino. No tuve mejor idea que sonreír y me dejarme caer hacia adelante con los brazos abiertos y los ojos cerrados. Comencé a sentir la adrenalina del viaje y con ella a un montón de vientitos tratando de sostenerme de una manera juguetona e inocente.Caí.
En ese instante abrí los ojos y me encontraba panza en el suelo y con las manos en el césped. El Chueco se acercó y me di cuenta que ahora era Tomas Luna; me senté y pude ver a mis Rejuntaos saltando y precalentando. Maxi era el Tumba, el Tumba era Augusto; Agusto era Juan Pablo; Juan Pablo era Uva; Uva era Bruno; Arico era Tody, Bruno era Joselito; Ale era Gonza; el Gonza era Palillo pero Palillo era el Chueco; Joselito era el Gato, pero el Gato no soporta la radiación; Tomy Luna era Tomy de Gregorio y Tomy de Gregorio era Nacho. Todos éramos los mismos. Agarre con euforia mi camiseta y la apreté con dulzura. Con una felicidad inmensa nos abrazamos y vivimos florear desde el horizonte una bandera con los colores y el escudo de La Rejuntada al compás de los cohetes de fabricación casera. Todo estaba listo solo quedaba decir: NO CAMINARAS SOLO.
Era víspera de clásicos; en frente lo teníamos al último campeón de la copa Medicina, Factores de Riesgo, pero esta vez con camisetas blancas. Salimos a la cancha motivados entre cohetes e ilusiones, dispuestos a ganarle a quien sea. El partido no tuvo gran entretenimiento, muy trabado en todas las líneas, incluso en los arcos y muy fraccionado por un referí intolerante. Jugadas polémicas, pocas situaciones y las hinchadas fueron las vedettes de la tarde. Pero nada de eso pasaba por la mente de mis Rejuntaos; queríamos ganar ya que mucho se había agitado por los pasillos de los hospitales y en alguna que otra guardia macabra. Pelé terminó un partido sin goles para pasar al tiempo de los saludos cínicos. Nos fuimos conformes por el esfuerzo que hicimos y sedientos de querer ganar.
Me desperté y me encontré pluricanalizado, viajando en sobre una camilla en el interior de una ambulancia, soportando un dolor que me mordía todo el cuerpo. No podía hablar, así que decidí escaparme un rato de mi cuerpo y me senté al lado del medico a verme todo ensangrentado y tapado con la bandera de La Rejuntada.